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Si te me quedas viendo, relato de Henderbelh Useche

“La vida es un breve relato que se escribe y se lee solo
una vez”.

Si te me quedas viendo

Dijiste que llegarías temprano, que veríamos el juego juntos, que saldrías del trabajo directo a casa. Se hicieron las siete y serví la cena para ver la antesala, pero tú no estabas. Te escribí y dijiste “voy para allá”. Todo apunta a que ibas en camino a otro lugar. Te volví a escribir doce minutos después, luego te llamé y no me atendiste. Lo intenté de nuevo, pero apagaste el celular. Entonces supe que algo no estaba bien. Ni siquiera sufrí tanto por la derrota y sabes cuánto amo a la selección. Siempre me preocupo de más, siempre imagino lo peor. Pensé que hoy no era la excepción, que también hoy exageraba. Cuando me llamaron no lo creía y ahora que te veo no quiero creerlo.

Recuerdo la primera vez que fuimos al estadio, ganamos 2-1 a pesar de comenzar perdiendo. Prometiste que veríamos todos los juegos juntos. Una silla vacía no es buena compañía para los últimos dos. También recuerdo que llegaste tarde el día de mi graduación, yo estaba cansado y aburrido, pero verte tan feliz era el sueño perfecto.

Cómo olvidar que salimos a comer cuando cobraste tu primer sueldo, dijiste que te gustó la pasta, pero que no por ello dejaba de ser carísima. Tampoco puedo olvidar que te enojabas cuando perdías en las cartas y que dejabas de jugar durante días. Siempre decías que odiabas las baladas, pero tarareabas conmigo la mitad de mis canciones.  Prometiste que pasaríamos otra navidad juntos, quizá se te olvidó que estamos en octubre…

El próximo martes estrenan la serie que querías ver; prometo no perderme ni un capítulo y contártela si algún día volvemos a hablar. Te juro que no voy a gritar más; que no voy a dejar la mitad de la comida cuando esté triste; que no voy a apagar el televisor molesto si nos están goleando; que no me voy a acostar sin antes dar las gracias por vivir un día más, no importando si fue bueno o  malo, daré siempre las gracias.

Prometo lo que sea, lo que sea, si me das un abrazo, si te me quedas viendo, sin decir nada, pero sabiendo que en silencio susurras te quiero. No sé si alguna vez te lo dije, pero mis silencios también susurran te quiero. No sé si tienes idea de cuánto te voy a extrañar. No sé si sabes que eres lo primero que recuerdo, tenía cuatro años, me dijeron que mamá te traía en brazos. Yo bajé volando las escaleras dominado por las ganas de verte. Tú ni siquiera abriste los ojos, al parecer la luz te fastidiaba, pero de noche tampoco querías abrirlos.

Me dijeron que tuviera paciencia. ¿Qué niño de cuatro años tiene paciencia? Un día, con todas las luces apagadas, abriste los ojos, y te vi, tenía mucho sueño, pero te vi. Luego quería que crecieras rápido para jugar, después peleábamos cada vez que jugábamos. Hoy, no importa si apago todas luces, no importa cuánta paciencia tenga, no importa si tenemos ganas de jugar o de pelear. El médico dijo que fue un golpe muy fuerte, que no debiste olvidar tu casco, luego trató de decir algo, pero no dijo nada. Bajó su mirada y después sus ojos regresaron más tristes.

Entonces lo supe, incluso antes de que dijera «lo siento». Sé que agregó algo más, pude ver cómo se movían sus labios, mientras todo a mi alrededor se quedaba suspendido y en silencio, mientras recordaba la primera vez que te vi y la primera vez que abriste los ojos, esos que ya no volveré a ver. Aunque la luz no te fastidie, ya no estarán abiertos.

Henderbelh Useche

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El autor en cuestión también publicó una novela.
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